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Hay que reconocer que Julio Bocca está haciendo las cosas bien en Uruguay. Acaba de contratar como bailarina invitada del Ballet Nacional del Sodre a la uruguaya María Riccetto, actual solista del American Ballet Theatre de Nueva York.
En todo caso, está haciendo las cosas con las que soñaba poder hacer en el Teatro Colón de Buenos Aires.
En efecto, en mi libro Julio Bocca, la vida en danza, relaté cómo Bocca pensaba que el primer coliseo argentino debería haber contratado como bailarines invitados a todos aquellos argentinos salidos de las filas del Instituto de Arte del Colón y desparramados por el mundo:
En 1997, Julio mantenía con el Colón una relación cordial, sobre todo desde que Raquel Rossetti había asumido la dirección de la compañía. Pero había desistido de su idea de bailar regularmente con el Ballet Estable. "Me encantaría llegar a un arreglo similar al que tiene Alessandra Ferri con la Scala de Milán, donde su contrato, hasta el 2000, estipula que baile dos funciones de la programación, sobre todo en los estrenos", declaraba Julio en 1996. En efecto, si cada uno de los bailarines argentinos que han triunfado en el exterior hubiera estado obligado por contrato a presentarse dos o tres veces al año en las temporadas regulares del Ballet Estable, éste "sería una de las mejores compañías del mundo", considera Julio.
Bocca, Guerra, Iñaki Urlezaga, Luis Ortigoza, Herman Cornejo, Paloma Herrera y Eleonora Cassano, entre otros, se han formado en el Instituto Superior de Arte y han bailado en el escenario del primer coliseo. Ninguno ha sido nunca primer bailarín del Ballet Estable y todos se han ido a trabajar al exterior. Cada temporada podría haberse oganizado alrededor de sus agendas, alternando con los primeros bailarines locales, y atrayendo así al público masivo que solía acudir al Colón en la década de los sesenta".
Julio Bocca, la vida en danza, p. 331 y 332 (ed. Aguilar) - © Derechos reservados
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