Originalmente, mi libro era mucho más largo de lo que finalmente se publicó. Entre otras cosas, se cortó una (¡brevísima!) historia del ballet, que publico hoy aquí en dos partes:
El ballet clásico tal como lo conocemos hoy surgió en Francia en el siglo XVIII y se desarrolló en todo su esplendor en Rusia a finales del siglo XIX, pero sus raíces están en Italia. De hecho, la palabra francesa ballet deriva del italiano balletto. Fue la reina Catalina de Médicis, madre de los últimos tres reyes de la Casa de Valois, quien introdujo la danza en la corte de Francia. La soberana, que no había renunciado nunca a sus orígenes italianos, hizo traer de Piamonte al violonista Baldassarino di Belgioioso, que cambió su nombre por el de Balthazar de Beaujoyeux al llegar a París. Para la boda de Margarita de Lorena, cuñada de su hijo Enrique III, entonces rey de Francia, Catalina de Médicis pidió a Beaujoyeux que creara un espectáculo grandioso para el que pagó un millón de escudos. El 15 de octubre de 1581 se estrenó el primer gran ballet de corte, el Ballet comique de la Reine, en el palacio del Louvre. Se estima que esa fecha y esa obra representan el nacimiento de la danza clásica.
En aquella época, los espectáculos se desarrollaban en medio del público, en un salón, sin que existiera una separación real entre los bailarines y los espectadores. Poco a poco aparecieron los escenarios que conocemos hoy, alejados del público y con un leve declive hacia él, que se generalizaron a mediados del siglo XVII: la percepción del espectáculo cambió entonces de manera rotunda. La danza se hizo más compleja y se profesionalizó poco a poco.
En Francia, el mismísimo Luis XIV destacaba como un excelso bailarín. Entonces, la danza integraba la formación de los nobles y los príncipes, como la esgrima y la equitación. Otro músico italiano, Jean Baptiste Lully, creó una entrada para el joven rey en el Ballet de la Nuit: Luis XIV, a los trece años, encarnaba al sol naciente, quedándole para siempre el apodo de Rey Sol. Gracias a Luis XIV, la danza se expandió por todo el reino francés y hacia las otras cortes europeas. Fue también Luis XIV quien creó la Academia Real de Danza, en 1661 -la actual Ópera de París-, la de Música en 1669 y la Escuela de Danza de la Ópera en 1713.
Entonces, la danza era exclusivamente masculina. Los papeles femeninos también eran interpretados por hombres. Pero Lully favoreció el acceso de las mujeres a las tablas y llevó la danza a teatros y escenarios convencionales. Las primeras bailarinas aparecieron a finales del siglo XVII. Entonces surgieron las primeras estrellas del ballet.
Entre ellas, Pierre Beauchamp (1636-1705), bailarín y coreógrafo, que se convirtió en profesor de danza de Luis XIV en 1650. Beauchamp sentó las bases de lo que se llamaba la danza noble. Definió las cinco posiciones del ballet clásico. También creó un sistema de escritura de la danza. Desde entonces, el lenguaje coreográfico no ha cambiado. El ballet francés se convirtió así en el primero de toda Europa y sus maestros exportaron la danza clásica al mundo entero.
Las mujeres, que bailaban con zapatos con tacones, seguían envaradas en pesadas prendas y pelucas que limitaban sus movimientos, a diferencia de los hombres, que ya podían hacer gala de una técnica más espectacular gracias a unos pantalones por encima de la rodilla. En 1713, Luis XIV impuso que la tropa de la Ópera estuviera integrada por doce hombres y diez mujeres.
Pero después de la muerte del Rey Sol, el ballet de corte empezó a declinar: su sucesor, Luis XV, no tenía afición por la danza. Entonces se desarrolló el ballet de acción, sobre todo a partir del coreógrafo inglés John Weaver. En aquella época, los espectáculos de danza todavía utilizaban la voz, y los bailarines colocaban máscaras sobre sus rostros. Para Weaver, los gestos, los pasos, los movimientos, eran suficientes para expresar sentimientos y acciones. Él introdujo las pantomimas, con las cuales el canto o las declamaciones se volvían obsoletas: la danza se había convertido en un arte particular, separado de la ópera. .../...
El ballet clásico tal como lo conocemos hoy surgió en Francia en el siglo XVIII y se desarrolló en todo su esplendor en Rusia a finales del siglo XIX, pero sus raíces están en Italia. De hecho, la palabra francesa ballet deriva del italiano balletto. Fue la reina Catalina de Médicis, madre de los últimos tres reyes de la Casa de Valois, quien introdujo la danza en la corte de Francia. La soberana, que no había renunciado nunca a sus orígenes italianos, hizo traer de Piamonte al violonista Baldassarino di Belgioioso, que cambió su nombre por el de Balthazar de Beaujoyeux al llegar a París. Para la boda de Margarita de Lorena, cuñada de su hijo Enrique III, entonces rey de Francia, Catalina de Médicis pidió a Beaujoyeux que creara un espectáculo grandioso para el que pagó un millón de escudos. El 15 de octubre de 1581 se estrenó el primer gran ballet de corte, el Ballet comique de la Reine, en el palacio del Louvre. Se estima que esa fecha y esa obra representan el nacimiento de la danza clásica.
En aquella época, los espectáculos se desarrollaban en medio del público, en un salón, sin que existiera una separación real entre los bailarines y los espectadores. Poco a poco aparecieron los escenarios que conocemos hoy, alejados del público y con un leve declive hacia él, que se generalizaron a mediados del siglo XVII: la percepción del espectáculo cambió entonces de manera rotunda. La danza se hizo más compleja y se profesionalizó poco a poco.
En Francia, el mismísimo Luis XIV destacaba como un excelso bailarín. Entonces, la danza integraba la formación de los nobles y los príncipes, como la esgrima y la equitación. Otro músico italiano, Jean Baptiste Lully, creó una entrada para el joven rey en el Ballet de la Nuit: Luis XIV, a los trece años, encarnaba al sol naciente, quedándole para siempre el apodo de Rey Sol. Gracias a Luis XIV, la danza se expandió por todo el reino francés y hacia las otras cortes europeas. Fue también Luis XIV quien creó la Academia Real de Danza, en 1661 -la actual Ópera de París-, la de Música en 1669 y la Escuela de Danza de la Ópera en 1713.
Entonces, la danza era exclusivamente masculina. Los papeles femeninos también eran interpretados por hombres. Pero Lully favoreció el acceso de las mujeres a las tablas y llevó la danza a teatros y escenarios convencionales. Las primeras bailarinas aparecieron a finales del siglo XVII. Entonces surgieron las primeras estrellas del ballet.
Entre ellas, Pierre Beauchamp (1636-1705), bailarín y coreógrafo, que se convirtió en profesor de danza de Luis XIV en 1650. Beauchamp sentó las bases de lo que se llamaba la danza noble. Definió las cinco posiciones del ballet clásico. También creó un sistema de escritura de la danza. Desde entonces, el lenguaje coreográfico no ha cambiado. El ballet francés se convirtió así en el primero de toda Europa y sus maestros exportaron la danza clásica al mundo entero.
Las mujeres, que bailaban con zapatos con tacones, seguían envaradas en pesadas prendas y pelucas que limitaban sus movimientos, a diferencia de los hombres, que ya podían hacer gala de una técnica más espectacular gracias a unos pantalones por encima de la rodilla. En 1713, Luis XIV impuso que la tropa de la Ópera estuviera integrada por doce hombres y diez mujeres.
Pero después de la muerte del Rey Sol, el ballet de corte empezó a declinar: su sucesor, Luis XV, no tenía afición por la danza. Entonces se desarrolló el ballet de acción, sobre todo a partir del coreógrafo inglés John Weaver. En aquella época, los espectáculos de danza todavía utilizaban la voz, y los bailarines colocaban máscaras sobre sus rostros. Para Weaver, los gestos, los pasos, los movimientos, eran suficientes para expresar sentimientos y acciones. Él introdujo las pantomimas, con las cuales el canto o las declamaciones se volvían obsoletas: la danza se había convertido en un arte particular, separado de la ópera. .../...
1 comentario:
Et pourtant, c'était une mise au point très intéressante, car on ne connaît pas forcément cette histoire. Il ne manque plus que la traduction en français, ça peut être utile pour les lecteurs de langue française...
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